APPEARANCE LIGHTS




FOTOGRAFÍA DIGITAL 2008

FRAGMENTOS

Óseo, a.
(Del lat. ossĕus).
1. adj. De hueso.
2. adj. De la naturaleza del hueso.
Fragmento.
(Del lat. fragmentum).
1. m. Parte o porción pequeña de algunas cosas quebradas o partidas.


Mutilar.
(Del lat. mutilāre).
1. tr. Cortar o cercenar una parte del cuerpo, y más particularmente del cuerpo viviente.

Amputar.
(Del lat. amputāre).
1. tr. Cortar y separar enteramente del cuerpo un miembro o una porción de él.


FOTOGRAFÍA DIGITAL 2008

CUERPO = CUERPO EXTRAÑO

El interés que suscita el cuerpo y su mutilación tanto físicos como mentales hace que esté presente de una forma insistente en el transcurso de mi obra.
Mutilaciones realizadas a tamaño natural en yeso blanco creadas directamente a partir de vaciados de mis seres más cercanos.

El cuerpo humano se ha revestido desde la antigüedad de un poderoso y seductor carácter sagrado, ese carácter sagrado me interesa desde la posición en la que los modelos forman parte de mi vida más cercana (amigos, amores, familiares).

Si además especificamos el concepto de fractura y lo remitimos a la fractura ósea configura más claramente la imagen deseada en torno al tipo de interrupción de esta continuidad.


El papel reificador de la medicina no es algo nuevo. Como argumentó Michel foucault en Naissance de la clinique, el fenómeno de la cosificación y fragmentación del cuerpo tiene uno de sus precedentes más destacados la conformación, a principios del siglo XIX, de la medicina positiva.[1]
Los rasgos que traza Foucault sobre el nacimiento de la medicina positiva son aplicables al desarrollo posterior de la ciencia médica, que ha ido perfeccionando progresivamente tanto el proceso de rectificación del cuerpo como el aura de objetividad fantasmal de su conocimiento y de su práctica.[2]



La medicina ha olvidado al sujeto y a su historia, su medio social y la relación del deseo, la angustia y la muerte con la enfermedad, para considerar sólo el mecanismo corporal.
[3]

El presente proyecto gravita en una constante reflexión en torno al concepto de enfermedad corpórea, elemento de la realidad cotidiana que nos rodea e impregna nuestra existencia.

Y ello nos lleva a la “cultura de la herida” donde los límites y los intersticios, la herida, entre lo individual y lo social se hacen más porosos y esponjosos, una cultura que tiende a exaltar, más allá de la belleza, lo que de vil, obsceno y prohibido hay en el cuerpo humano.
[4]

No es extraño encontrar en el arte del último cuarto de siglo, varios tipos de discurso en torno a lo corporal - casi siempre a lo que hemos llamado cuerpo activista, arremolinada en torno a la exclusión social como signo palmario de desaparición, o al cuerpo doliente, enfocada especialmente al examen de la enfermedad, como falta o carencia de plenitud, pero que, en la mayoría de los casos, confluyen en un procedimiento alegórico en el sentido entendido por Craig Owens, esto es , como un palimpsesto, dotado de una lógica atracción por lo fragmentario, lo imperfecto y lo incompleto.
[5]


El cuerpo, por tanto fluye se alterna y cambia.

En muchas ocasiones el cuerpo se transforma temporalmente, de una manera preformativa, actúa o representa papeles, roles, gesticula y se traviste como si fuese partícipe de algún tipo de juego.

En nuestro caso el cuerpo se transforma a partir de la enfermedad.
Una enfermedad que va generando el crecimiento de un cuerpo extraño.
Día tras día el organismo extraño no deja de crecer, se convierte en cuerpo sobre cuerpo.

No estamos ante un retoque fotográfico (Oleg Kulik, David Wojanarowicz) o por medios de manipulación infográfica (Marina Núñez, Orlan) de la reproducción de la imagen del cuerpo. Dicha transformación es el proceso acelerado de una enfermedad.

La enfermedad nos proporciona otra imagen del cuerpo, diferente al cuerpo sano, llegando a conseguir que el hombre se sienta extraño de su propio cuerpo.

La realidad y el paso del tiempo está presente en la obra, una realidad que no tiene vuelta al punto de salida, la enfermedad transforma el cuerpo para no volver a ser el que era.

Vivir es asumir la condición carnal, de un organismo que sufre un cambio.
Así en las enseñanzas de Buda, la enfermedad (junto al nacimiento, la vejez y la muerte) no es más que un aspecto del sufrimiento, es decir, del estado de quienes no han alcanzado la iluminación, la enfermedad, que nos hace conscientes del sufrimiento, ha de sobrellevarse con paciencia.
[6] El objeto extraño se convierte en sujeto. Dependemos de él. Una sustancia no neutra, de difícil comprensión.
Un cuerpo que olvida su estado real en beneficio de un ser mutante, sorprendido por la metamorfosis.

A menudo, los creadores de formas monstruosas en el arte han sido observadores muy atentos de las deformidades y mutilaciones físicas, obsesionados por lo ausente y lo putrefacto. La enfermedad que deforma el cuerpo humano y lo devuelve muñón hediondo, fascina al productor de monstruos.
[7]


La enfermedad, las anormalidades físicas, las mutilaciones aparecen a nuestros ojos como repugnantes y peligrosas. Salud y virtud son considerados, a menudo como sinónimos. Se teme verse contaminado, infectado al entrar en contacto con la enfermedad o la ausencia de algún miembro físico. Este acercamiento es vivido subjetivamente, con un sentimiento específico de temor.

El espectador se enfrenta a la enfermedad, a la mutilación, al contagio a través de la luz que desprende el tubo de neón.
Luz roja de sangre, de contagio, de enfermedad y de vida. La imagen-cuerpo moderna, en el nivel material, es un soporte de catarsis.
El cuerpo como objeto físico se ha convertido en el doble, en la representación del sujeto.

Podemos enfrentarnos a la obra como un testimonio en el que se pone en relación aspectos que nos incomodan e interrogan.

En esta ocasión damos rienda suelta a los sentimientos ajenos y privados que caen en la ilusión de convertirse en públicos al cruzar de mis pensamientos a la realidad en forma de objetos artísticos.

ESCAYOLA, TUBO DE LUZ FLUORESCENTE. 2008

[1] Ángel Martínez Hernáez. El cuerpo imaginado de la modernidad. , en Ad Hoc(ed). Cartografías del Cuerpo. Murcia, Cendeac. 2004, pág. 54. [2] Op city. Pag.55
[3] G. Cortés. El cuerpo mutilado. Generalitat Valenciana. 1996, pág 40.
[4] Ana Maria Guasch. Los “cuerpos” del arte de la posmodernidad, en Ad Hoc(ed). Cartografías del Cuerpo. Murcia, Cendeac. 2004, pág. 74
[5] Op city.pág,
[6] G. Cortés, José Miguel. El cuerpo mutilado. Generalitat valenciana.1996, pág 26.
[7] Ibídem, pág, 43